El paciente límite
- Dr. Jonatan Escobar
- 26 jun 2022
- 4 Min. de lectura

Indagar en el mundo interno de el paciente con rasgos de personalidad tipo límite, quizás sea de lo más complejo y delicado que hay en la aras de la psiquiatría. Son pocos los aventurados que se adentran en el aparato psíquico de éstas personas porque quizás el común denominador en torno al paciente límite, tanto para ellos como para los que conviven con ellos es la frustración, que podríamos definir como la capacidad limitada para tolerar el estrés y las cosas que no son como “deberían de ser”.
Una vez el paciente límite bordea las fronteras de la frustración; pero… entiéndase el término: “bordea las fronteras”, es decir, apenas roza en su aparato psicológico dicha sensación: “la frustración”, acontecerán una serie de sucesos internos, destacando entre ellos: se maximizará la ansiedad latente con la que viven éstas personas, al tiempo que se sentirán particularmente miserables con una mezcla de sentimientos internos entre los que predominan la culpa, el rencor, el auto-desprecio, el miedo y sobre todo y algo que les es muy difícil de explicar sería el sentimiento de sentirse incompletos en sus adentros o parcialmente vacíos; no obstante aquí no termina la tragedia. La explosión de emociones internas darán lugar en ocasiones a un comportamiento impulsivo, errático o extraño en el que el paciente límite puede tener arrebatos de ira desproporcionados con conductas agresivas para terceras personas o para con ellos mismos, no obstante el epicentro de la herida interna o psicológica estaría precisamente en su incapacidad para explicar a los demás este particular “caos interno”.
La sensación de vacuidad o vacío en los adentros es un caso especial, se trata de un vacío interno que no se llena con recursos del exterior, por más que su vida esté repleta aparentemente de “todo”, esa sensación de parcialidad, frío o ausencia de… simplemente no se llena, lo que los lleva a sentir una sensación de miseria irrevocable o “perpetua”.
El paciente límite se encuentra anclado a un sufrimiento prominente o infierno personal que es en extremo complejo y por ende difícil de explicar, por lo anterior se sentirán continuamente juzgados por terceras personas, quienes al parecer del paciente son incapaces de comprender todo este cúmulo de devastadoras sensaciones internas, también el paciente límite se condenará a sí mismo puesto que en esencia la causa que desencadena tanto dolor no es obvia y también es imposible de identificar porque la misma no está en el exterior o mundo material, sino que se trata de una herida interna, vertida y labrada en lo más profundo de la mente, la cual sólo puede ser dilucidada por un hábil terapeuta que a través de los años se logre adentrar en el laberíntico e intrincado mundo interno del paciente límite.
Una de las instancias que pueden invocar la escala máxima del miedo o terror en el paciente límite es el miedo al abandono. He comentado que el caos interno, la miseria y dolor son una constante en su sentir personal, existen momentos en los cuales son “liberados” momentáneamente de dichas sensaciones, de la fragmentación y sensación de aniquilación que mora en su sentir, por momentos se sienten reparados e íntegros con ausencia casi total de dolor. Ese momento de “fuga”, paz o consuelo sucede cuando una tercera persona, que suele ser la pareja o su equivalente sentimental, de forma simbólica y casi “mágica” ordena el sentir interno y pareciera que de pronto “todo adquiere sentido”, lo anterior condiciona que el paciente límite se entregue devota, irracional e incondicionalmente a una relación sentimental; si el precio a pagar fuese tan alto como el humillarse y sabotear la propia dignidad sin duda se acepta, con tal de sostener la relación que gradualmente se torna disfuncional y particularmente conflictiva porque la base no es el amor, sino la necesidad. La sola idea de perder la relación y por ende embestir de frente la soledad le aterra, porque de pronto se encontrará nuevamente consigo mismo, y ello implica lidiar de nueva cuenta con esa sensación de aniquilación y fragmentación interna porque se ha perdido algo sumamente valioso, irreparable y desconocido, probablemente el amor propio y la sensación de integridad.
El paciente límite tiene otro gran pesar en la lista negra: “la ambivalencia”. Las sensaciones son extremas, hiperactivas e incontenibles, se puede gravitar entre el amor y el odio por un mismo objeto o persona en un mismo día, llegando a comportarse como los individuos más condescendientes, amorosos y simpáticos o como los más perturbados, rencorosos y extraños. El cambio radical de sensaciones fractura y lesiona el aparato psíquico, porque la inconsistencia y el vivir atormentado por los sentimientos y sensaciones propias, es equiparable a sentir que una fiera les devora por dentro dejándoles vacíos, para por momentos o días de repente, “ya no sentir”, navegar al margen de una existencia insípida donde “ya nada tiene sentido”, “ya nada tiene un valor intrínseco”.
El furor de una existencia en la cual se experimentan sensaciones extremas de dolor y exaltación, que alternan con ausencia total de placer y felicidad inmersos en una existencia donde la “nada” prevalece, sería el equivalente al oleaje intempestivo, poderoso e impredecible del mar que con el paso del tiempo golpea y erosiona las rocas, dejando a su paso arena y de forma paulatina una costa simplificada y monótona que ha quedado desprovista y desprotegida ante el imponente oleaje del mar. El oleaje del mar para el paciente límite representa la propia existencia, ese vaivén entre la calma y la tormenta, dejando cada oleaje una huella en la cordillera, cada roca que se fragmenta ya no vuelve a ser la misma, cada golpe de realidad a la conciencia del paciente límite le fragmenta y desgasta, dejando en ocasiones un daño permanente.
El paciente límite experimenta un sufrimiento constante y misterioso que le atormenta sin una causa obvia.
El paciente límite es incapaz de explicar a sí mismo o a terceras personas las sensaciones desgarradoras que experimenta, lo que puede generar rechazo y auto-desprecio.
El paciente límite lucha por contener sus sensaciones internas, mismas que le martirizan, avergüenzan y desgastan.
El paciente límite vive al “límite” de una serie de sensaciones y emociones abrasivas y acumuladas que están a punto de desbordarse de su persona ante el menor estímulo.
El paciente límite merece respeto y comprensión, cuando alguien remotamente le comprende y le brinda consuelo a través de la empatía es capaz aunque sea por instantes de sentir “paz”.
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