El arte de tomar decisiones.
- Dr. Jonatan Escobar
- 26 jun 2022
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 17 ago 2022

La ley ascendente se posa en nuestras manos ya que somos capaces de moldearla, puesto que cada instante determinamos el devenir de la realidad a través de las decisiones que tomamos. He hablado con pacientes que consideran son víctimas globales de las circunstancias que les rodean, al punto tal que pareciera todas las esferas de su vida están arruinadas, desde el aspecto familiar, de pareja, laboral, social entre otros; estas personas muestras severas dificultades para tomar decisiones, en ocasiones sintiéndose incapaces de hacerlo, adoptando posturas neutras y dejándose llevar al respecto, considerando que sin mover un dedo o con el tiempo las cosas espontáneamente mejorarán, se sienten invalidadas para tomar decisiones importantes aunque en ocasiones la respuesta sea obvia, su auto concepto está fracturado por lo que dudan de su juicio de valor y punto crítico, paralizándose frente a la duda, dejando las decisiones importantes a terceras personas o “al destino”. Lo anterior parece práctico porque en ocasiones tomar decisiones puede representar todo un reto, mantener la cabeza fría cuando el peso de nuestra decisión trascenderá puede ser sumamente complicado pero, cuando no tomaos decisiones todo se torna impreciso y ambiguo, se deja al azar o a las circunstancias el devenir de las cosas y ello puede causar incertidumbre, es así como las personas vivirán atormentadas por la duda pensando que el peligro acecha en el entorno, pareciendo que todo es hostil porque las cosas nunca son claras, lo que da pie a situaciones imprevistas que generan en ocasiones dolor y pena.
“Si quieres algo debes de estar dispuesto a pagar el precio por ello”. Lo anterior es una frase común entre los economistas, se trata de un enunciado simple pero contundente, entre líneas enseña que las decisiones que uno toma siempre traerán consecuencias, en términos concretos cuando nos vemos en la necesidad de tomar una decisión tendremos tres opciones: Tomar una buena decisión, tomar una mala decisión o simplemente no tomar ninguna decisión, con lo cual irónicamente también estaremos tomando una decisión.
Podemos ver el tomar decisiones como el hacer una transacción financiera, donde estamos observando el catálogo de la vida y pagamos con una moneda emocional, cuando uno hace una buena inversión incluso a veces esta última se duplica, las personas que dominan el arte de tomar decisiones generalmente cuentan con un acervo emocional grande y por ende “son ricos en sus adentros”, vamos a ejemplificar cómo funcionan las transacciones emocionales y el catálogo de la vida.
El ejemplo que por su frecuencia quiero mencionar es el de las parejas disfuncionales, lo señalaré de la siguiente manera: Se trata de una pareja joven en la cual el varón en reiteradas ocasiones ha sido infiel, la mujer se siente herida porque experimenta sentimientos genuinos por el que es su pareja, que si bien suele ser infiel ha mostrado otras cualidades que han alimentado la relación por un tiempo, tales como procurarla, protegerla y en cierta manera “amarla”. Es la cuarta vez que ella se entera de una infidelidad, el genuinamente arrepentido asegura que no volverá a suceder, que no le abandone porque la necesita y desea continuar a su lado, ella se conmueve y por unos instantes lo cree porque el con lágrimas en los ojos pareciera decir la verdad. En este momento ella tiene 3 opciones:
- La primera sería tomar “Una buena decisión” – Costo emocional alto, inversión positiva. Sin secuelas.
La buena decisión para este caso hipotético es que lo deje, porque si bien él está convencido de no volver a engañarla al momento de pedirle que no se vaya, las posibilidades de que no cumpla su promesa son altas, estadísticamente la ha engañado reiteradamente entonces al ponderar la evidencia el la volverá a engañar, la joven al estar consciente de ello lo deja, a costa de extrañarlo y proponerse no volver a saber de él, paga el precio de alejarse de esa relación a pesar del dolor que causará en los próximos meses, la recompensa será el olvido y la posibilidad de que en un futuro se vincule con una pareja fiel. Eligió pagar el precio de dejar esa relación, pero el beneficio a largo plazo generará una ganancia emocional positiva.
- La segunda opción es “Una mala decisión”- Costo emocional alto, inversión negativa. Con posibles secuelas.
En este caso y siendo congruente con lo anteriormente enunciado la mala decisión será que lo perdone, porque aunque se pacten los votos de confianza en ese momento, a través de un juramento verbal por parte de él, las acciones tienen un peso imprescindible que sobrepasa con creces las palabras, es así como la posibilidad de una infidelidad permanecerá latente, la joven al saber lo anterior paga el precio de seguir con él, entonces se endeuda emocionalmente con abonos pequeños de incertidumbre y duda, para que finalmente la verdad caiga por su propio peso y descubra la quinta infidelidad que destruirá la relación, con el dolor y rencor que una traición genera, la relación al estar dañada en su núcleo no podrá seguir adelante y ella habrá decidido pagar el precio por continuar con una relación que posiblemente desde la primera infidelidad enfermó de manera terminal. En el caso previo donde ella ha decidido dejarlo el precio se paga desde un inicio, pero no se generan intereses emocionales y el dolor cede paulatinamente. En este caso donde decide continuar con él, se pagan intereses a través de duda e incertidumbre que agravan la deuda emocional final que termina por ser grave y generar secuelas a largo plazo, como golpes al auto concepto o miedo a futuras relaciones.
- La tercera opción es “No tomar ninguna decisión” Costo emocional alto, inversión negativa. Secuelas graves.
La peor decisión de todas precisamente es no tomar ninguna decisión, en este caso la joven se queda impotente ante la ira y rencor que genera la traición, pero a su vez se inmoviliza ante su incapacidad para dejarlo, no lo perdona pero tampoco lo deja, cada día alimenta su desconfianza y agrava las lesiones internas de la relación y de su esfera psíquica, en este escenario todo se vuelve incierto y ella inconscientemente se expone de forma deliberada a vivir la siguiente traición por decirlo así autorizada, porque jamás se aclaró nada, su indecisión de alguna manera valida lo sucedido, así al finalizar esa relación agónica sentirá culpa y rencor ya no sólo a él, sino a su propia persona por “permitir” que esa consecución de hechos continuaran.
Una relación de pareja es una lucha de egos, es una lucha de poder, comentaba Freud que cuando uno ama renuncia a una parte de su narcisismo ¿Por qué decía eso Freud? Porque la pareja ideal no existe, por más compatibles que sean la pareja tendrá algunas cualidades que pueden llegar a desagradarnos, es aquí cuando la relación determina que tan sólida es, si uno es capaz de aceptar aquellas características en la pareja que no nos agradan pero que no son susceptibles de ser cambiadas, entonces estamos renunciando a nuestro narcisismo y de alguna manera estamos cediendo por amor. ¿Cómo se ejemplifica lo anterior? En ocasiones nosotros tenemos protocolos, hábitos e incluso rituales inculcados en casa de los padres, algo de ello podría ser el orden y la limpieza, pudiera ser que nuestra pareja no tenga las mismas costumbres en cuanto a hábitos de limpieza y orden en el hogar, si la relación es madura ello no causará mayor conflicto que roces ocasionales sin que cause fracturas o lesiones a la relación, ambos se adaptarán y cederán, uno al grado de desorden y la otra al grado de exigencia. Otro ejemplo es la familia de la pareja, generalmente para una persona su familia es trascedente en todos los sentidos, particularmente en lo que respecta a los padres, no será infrecuente que la pareja tenga disgustos con los padres del cónyuge o simplemente la convivencia “no sea la mejor”, pero en consideración de la persona que se ama uno tiene que ceder y acudir a reuniones familiares con la mejor actitud posible.
En los ejemplos previos señalo cómo la relación de pareja es una lucha de egos o lucha de poder, donde la relación navega en un vaivén que se traduce en dar y recibir, a veces tirar, a veces aflojar , siempre dinámica por lo que los desacuerdos y las reconciliaciones son la norma en una relación saludable. Si la relación no impone un reto se torna insípida y aburrida por lo que muere de inanición, si la misma es tormentosa y miserable se disipa en el calor de la tragedia que la misma representa para los integrantes, por lo que debe de existir un equilibrio en ese movimiento pendular y constante donde las fuerzas estén armonizadas y el movimiento de vaivén se perpetúe en un flujo constante de energía armónica que se alimenta de las fuerzas de contraposición que justo representan un “tira y afloja”.
Tomar decisiones es de lo más trascendental en la vida, se debe de ser meticuloso en ello, se debe de ponderar la evidencia en la balanza del conocimiento, porque las decisiones son el vector unidireccional de la ley ascendente, lo anterior debe vislumbrarse como el considerar que todas aquellas decisiones que tomemos se propagarán a modo de información que definirá determinadas circunstancias, de alguna manera las decisiones que tomemos en el aquí y ahora, se manifestarán en el allá y entonces, es por eso que dominar el arte de tomar decisiones puede ayudar a cosechar el éxito en la experiencia futura, se debe de ser precavido y cauto a la hora de elegir porque somos el resultado de nuestras acciones y decisiones previas, al tiempo que somos la antesala de lo que se manifestará en el futuro. Llegados a este punto, ¿nota el lector cómo de precisa y evidente resulta la ley ascendente? Esta última nos permite anticiparnos, así sabremos que si nuestro proceder es acertado, posiblemente las consecuencias serán positivas, por el contrario si nuestro actuar es impulsivo y derivado del deseo y la falta de antelación, acarrearán consecuencias negativas; más aún si nuestro comportamiento es ambiguo y damos pasos inseguros, tambaleando en el umbral de las decisiones sin declinarnos por ninguna opción en el catálogo de la vida, entonces la Ley ascendente no nos permitirá usar su poder para anticiparnos, y se deambulará en un camino nuboso e incierto donde el azar y la indecisión gobernarán, precipitando las cosas por su propio peso, sin aviso alguno, motivo por el cuál aquellos que naufragan en la penumbra de la indecisión experimentarán la vida como si se tratase de golpes de realidad inadvertidos que hieren la existencia, como látigos en el dorso desnudo, o como bofetadas en la cara. Así aquellos que dudan de su propio juicio de valor y temen, se verán abrumados por la sensación de caos interna donde prevalece la incertidumbre, que nace del vientre de la indecisión y se alimenta del seno de la misma.
El arte de tomar decisiones se domina y perfecciona con el tiempo, se pule en sentido inverso de “dentro hacia fuera” porque cuando la voz interna o “voz del alma” alcanza cierta intensidad, uno en el silencio puede escucharla, luego entonces la misma indica el camino y declina la balanza de la decisión en uno u otro sentido. A lo largo de la vida las personas aprenden su lenguaje nativo y quizás un lenguaje extranjero, pero el lenguaje del alma lleva su tiempo, es en el silencio en donde esta habla.
¿El alma o voz interior siempre tiene la razón? Esta pregunta que contesta con otras preguntas, las cuáles serían: ¿Qué hay en tus adentros? o ¿Cómo está tu consciencia? ¿Duermes tranquilo por las noches? ¿Hay remordimiento?
A través de la ley ascendente la experiencia deposita sensaciones y recuerdos en la consciencia, la experiencia transmuta a imágenes con connotación emocional que se evocan con la memoria; la experiencia surge de lo que la actitud y conducta dicta, la actitud y conducta son hijas de la decisión o de la indecisión. ¿Se entiende cómo funciona la ley ascendente?
Vuelvo a plantear querido lector la pregunta primera, sin embargo espero usted tenga la respuesta ¿Mi voz interior siempre tiene la razón? Diré por mi parte que depende de si su ascendencia o linaje proviene de una correcta decisión, incorrecta decisión o de la indecisión; pienso que el buscar la universidad de la vida para graduarse en el arte de tomar decisiones es prioritario en los seres humanos, dicha universidad es toda aquella institución encaminada a perfeccionar las virtudes innatas y pulir los adentros, puede ser la filosofía, la literatura, el amor al semejante, la espiritualidad, la disciplina física, la naturaleza o todo aquello con lo que uno se identifique siempre y cuando dicha universidad nutra los adentros.
Antes me identificaba como una persona indecisa insegura para tomar decisiones sobre mi vida sin embargo desde que acudía psicoterapia me percibo más segura mi personalidad con estructura y con más juicio para tomar decisiones y pagar el riesgo de cada una de ellas sin tener ese miedo, gracias a la psicóloga Esbeidi por tanto y al Dr. Escobar por sus lecturas. La vida les bendiga.